Cuando la NCAA finalmente abrió la puerta a la compensación por Nombre, Imagen y Semejanza (NIL) en 2021, no solo cambió el deporte universitario, sino que comercializó el amateurismo. Casi de la noche a la mañana, los prospectos de la escuela secundaria de élite y los mejores atletas universitarios comenzaron a firmar acuerdos de patrocinio, crear marcas personales y ganar mucho dinero. Pero con esta nueva fiebre del oro surgió un nuevo problema: la distorsión del mercado alimentada por las valoraciones no verificables de los NIL. Hoy en día, el panorama de los NIL es más Wall Street que una sala de pesas. Y en ninguna parte es esto más evidente que en el muy visible - y cada vez más controvertido - caso de Nico Iamaleava, el ex quarterback de cinco estrellas de Tennessee cuyo acuerdo NIL supuestamente superó los 8 millones de dólares. Trasladado ahora a la UCLA, Iamaleava se ha convertido en el ejemplo de una preocupación cada vez mayor: ¿qué ocurre cuando las cifras ficticias impulsan las decisiones reales?